Cuidarse por dentro, alimentación y danza.

“De lo que se come, se cría”, decían nuestras abuelas, y en cierta manera tienen razón, pues si para todos es importante alimentarse bien, para un bailarín cuyo cuerpo es su instrumento es doblemente importante.

Primero aclarar que alimentarse bien no es comer mucho, sino comer lo que el cuerpo necesita, ni más ni menos. Elegir bien los alimentos que ingerimos es importante, más que estar contando calorías, pues por un lado hay alimentos que tienen muchas calorías pero los nutrientes que nos aportan compensan sobradamente las calorías que tomamos (como la carne roja) y por otro lado estar contando calorías  todo el tiempo es agotador, un lío y al final dejas de hacerlo.

¿Qué necesita el cuerpo?

Proteínas: para bailar es necesario tener una musculatura fuerte y la “gasolina” de estos músculos son las proteínas, fortalecen los músculos y reparan las fibras musculares. Es cierto que una hamburguesa tiene proteínas, pero también tiene azúcares (por el pan y el ketchup) y aunque puede parecer un mal alimento si es casera (de carne de buena calidad y no “fast-food”) no hay por qué privarse de vez en cuando, pero a veces se nos olvida que hay otras fuentes de proteínas como el pescado, los frutos secos o las algas, que no tienen nada de materia grasa.

Carbohidratos: una fuente de energía primaria (es decir, que es la primera energía que se quema). El cerebro necesita azúcar para funcionar y también nuestro cuerpo porque si no tomamos suficientes azúcares estaremos agotadas y no rendiremos bien en los ensayos pudiendo tener incluso mareos. Lo ideal es comer cereales, pan, arroz o fruta en el almuerzo o en la comida para tener tiempo de gastar esta energía, no por la noche ya que no tenemos tiempo de quemarla.

Grasas: el cuerpo también necesita grasas pero como comentaba antes es mejor comerse un filete de salmón que un croisant relleno de chocolate. Además de aportar energía, las grasas son necesarias porque protegen el sistema nervioso. Las puedes consumir en los frutos secos, el pescado azul y en los aceites vegetales.

Vitaminas: convierten la comida en energía y otros nutrientes que necesitas como proteínas, el calcio, y ayudan a la regeneración de tu cuerpo. No vamos a explicar qué hace cada vitamina ni dónde se puede encontrar cada una ya que el principio era no volverse loco ni contando calorías, ni midiendo qué se come, sólo recalcar lo obvio: en la fruta y la verdura, pero también la carne de cerdo, los cereales, el pollo, los huevos, y las legumbres contienen muchas vitaminas. Lo mejor es comer fruta y verdura de temporada ya que es cuando más propiedades tiene, además la naturaleza “se coordina” y ofrece la fruta y verdura con los nutrientes que más hacen falta en ese momento: ¡¡las naranjas, mandarinas y pomelos se recogen en invierno y nos ayudan (por la vitamina C) a prevenir los resfriados).

Calcio: ayuda al desarrollo y fortalecimiento de los huesos, y se encuentra como sabemos en los lácteos, en las verduras de hoja verde y en el tofu. Si además eres mujer es importante tomar suficiente calcio porque con la edad se va perdiendo.

Hierro: lleva el oxígeno en la sangre y su falta produce fatiga y debilidad. Y se encuentra en la carne, en algunas frutas, en las yemas del huevo… pero sobre todo en el hígado, en los mejillones (y otros moluscos) y en las legumbres.

Zinc: ayuda al sistema inmunológico. Se encuentra en las ostras, la carne, las legumbres, los lácteos y los cereales.

Magnesio: es necesario para muchas funciones corporales, para convertir los alimentos en nutrientes necesarios… Se encuentra en las nueces, legumbres, cereales, plátanos, verdura verde…

Potasio: muy muy importante para el corazón y los músculos, también ayuda al sistema nervioso. Se encuentra en el pescado, el brócoli, los tomates, las patatas, manzanas, plátanos, verdura de hoja verde…

 

La dieta mediterránea, cuidado. 

Dicen, y es cierto, que la dieta mediterránea es la mejor que hay y la más variada, lo cual no implica que debamos alimentarnos a base de cocido madrileño, spaguettis carbonara y dulces turcos. El aceite de oliva hemos visto que es necesario pero utilizado con mesura, eliminar los fritos, los rebozados de la dieta es una gran mejora, endulzar con miel, o comer sólo hidratos de carbono sólo antes de la tarde también. Como comentaba no es cuestión de contar calorías ni de eliminar todas las grasas, sino elegir bien los alimentos que comemos y la manera de cocinarlos: en crudo, cocidos, a la plancha o al horno.

En resumen, intenta durante la semana comer carne variada (pollo, pavo, carne roja, cerdo), algunos huevos (no hay que eliminar los huevos de la dieta si no tienes problemas de colesterol), pescado tanto blanco como azul y marisco de vez en cuando, también verduras y frutas de temporada (no olvides los plátanos) y un vaso de leche al día, cereales (pasta, arroz, muesly, pan,… incluso mejor si son integrales), y algunas nueces al día, por ejemplo para merendar que te darán el pequeño empujón que necesitas para los ensayos.

Recetario.

También es importante variar de comida porque así como el cuerpo se adapta y se estanca la mente también. De vez en cuando busca nuevas recetas, modifica o inventa las tuyas, la pasta y el arroz admiten casi de todo (el sushi es una muy buena opción), puedes hacer macedonias o batidos de frutas con cereales y leche en casa. ¡Evita la comida pre-cocinada!

¿Te has inventado una receta sana y sabrosa? Compártela con nosotros.

 

 

 

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